Ayer en un café surgió un cuestionamiento: "¿para qué seguir con Dios si no tenemos expectativas? ¿Si no creemos que pueda hacer algo porque de pronto sí lo hace o de pronto no?", y eso develó una verdad para mí. Y orando, recordé el pasaje de Hechos y del Espíritu Santo:
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LA PROMESA:
Hechos 1:4-5
Y reuniéndolos, les mandó que no salieran de Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre: «La cual», les dijo, «oyeron de Mí; porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días»
Hechos 1:8
pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes; y serán Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra».
SU RESPUESTA A LA EXPECTATIVA:
Hechos 1:14
Todos estos estaban unánimes, entregados de continuo a la oración junto con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con Sus hermanos.
Hechos 2:1-2
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar, y de repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados.
EL CUMPLIMIENTO:
Hechos 2:3-4
Se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse.
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Mientras escribo esto, quedo asombrada de cómo fisuras y rupturas dentro de nosotros, pueden causar un impacto en nuestra pasión y deseo por Dios. Porque probablemente si no creo que Él vaya a responder, o quiera hacerlo, no se lo voy a pedir; no lo voy a desear, no lo voy a buscar, no voy a apasionarme, ni mucho menos voy a clamar porque algo suceda, y al final es probable que lo deje a un lado, y me vuelva una cómoda cristiana de domingos. Aún cuando Él esté pronto para responder, para irrumpir, para ser esa "ráfaga de viento impetuoso", no habrá alguien anhelando y deseando que su presencia repose. Alguien esperándolo.
El Principito tiene una frase que enmarca esta expectativa:
Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, a partir de las tres empezaré a ser feliz. A medida que se acerque la hora me sentiré más feliz.
Porque la realidad es que toda expectativa y espera, requieren de una respuesta de nosotros. En el caso de los discípulos, fue preparar ese terreno en oración y unanimidad. Abram tuvo que dejar su tierra y después a su parentela, tuvo que caminar el terreno indicado por el Señor. Abraham, respecto a la promesa de su hijo, debía esperar, pero su esposa le propuso tener un hijo con su sierva, y de allí surgió Ismael. ¿Acaso creyó que Dios había olvidado la promesa, o había decidido que fuera con Agar? No lo sabemos, pero sí podemos tener por cierto que las promesas de Dios y su persona, requieren una respuesta de nuestra parte. Y esa respuesta alimentar el deseo, la pasión y el clamor por Él.
Meditando esto con el Señor, identificaba que en ocasiones esa falta de expectativa, se da por una herida con Él. Puede suceder que en algún momento creímos que Dios iba a hacer algo, y al no responder como queríamos, fuimos perdiendo la fe. Esa certeza que algo iba a pasar (lo que se espera). Oramos durante las noches, lloramos, clamamos, le pedimos que interviniera, y únicamente sentimos un silencio después de ello. Y a diferencia de otras veces, no lo vimos, no lo oímos... Y entonces, aunque seguimos cantándole, y seguimos diciendo que lo necesitamos (y así es), en realidad tenemos una herida no resuelta hacia Él que nos impide confiar, creer, esperar y anhelar. Y tristemente, siempre que hayan heridas, hay puertas abiertas al pecado.
Necesitamos entonces desnudar nuestro corazón.
Dejo algunas preguntas que me permitieron confrontarme:
Reconocimiento de la herida
¿Desde qué momento dejé de esperar? ¿Cuál es la ofensa dentro de mí? ¿Estoy enojado(a) con Dios?
Permítete sentir y expresarte, sin juzgar esas emociones o dolor.
2. Reconciliación:
En tu intimidad con el Señor, perdona aquello que te ofendió, incluso si sientes que fue Dios. No podremos establecer vínculos de paz y desconfianza si nos hemos sentido abandonados, desamparados o dejados por Dios. Permite su sanidad.
3. Su Verdad:
Escribe qué dice el Señor y medita en ello. Te comparto algunos versículos:
¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho,
Sin compadecerse del hijo de sus entrañas?
Aunque ella se olvidara, Yo no te olvidaré.
En las palmas de Mis manos, te he grabado;
Tus muros están constantemente delante de Mí.
(Isaías 49:15-16)
Aunque mi padre y mi madre me abandonen, tú, Señor, te harás cargo de mí. (Salmo 27:10)
4. Déjate sorprender y responde
Muchas veces encontraremos a Dios en los pequeños detalles. En un paisaje, en una flor, en algo de comer. Él está interesado en conectar con nosotros.
»Pidan, y se les dará; busquen, y hallarán; llamen , y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O qué hombre hay entre ustedes que si su hijo le pide pan, le dará una piedra, o si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?
(Mateo 7:7-11)
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