El ejemplo que más se asimila a nosotros hoy en día, es en mi parecer el de Adán y Eva: hechos a la imagen de Dios, sin mancha alguna y sin pecado. Leyendo Génesis tuve tiempo de meditar en esta maravillosa historia, y quiero ir a los siguiente puntos.
1. La mayoría de veces cuando fallamos, nos sentimos sucios e indignos de acercarnos a Dios, nos sentimos como personas impuras que decepcionamos una vez más a Papá. Aquí quiero decirte algo, no hay nada que haga que Dios te ame menos o que le sorprenda ¿Qué hacer entonces ante mi pecado? Confesarlo (1 Pedro 1:7). En este punto quiero aclararte algo, Dios NO es una maquina de perdón , debes confesarlo y ahí serás verdaderamente perdonado.
2. Muchas veces nuestro gran error no sólo es nuestro pecado, sino nuestra respuesta ante él. Cuando Adán y Eva pecaron, no sólo fue su desobediencia lo grave sino como reaccionaron ante eso; le echaron la culpa a un tercero y no lo asumieron
3. Debe surgir un cambio en nuestras vidas. Fallamos, lo reconocemos, pero no podemos pasar días e incluso meses de nuestra vida lamentándonos y culpándonos por ser malos hijos. Fallamos, lo reconocemos y cambiamos nuestra actitud.
La confesión es la herramienta por la cual arrancamos la raíz de nuestro pecado.
El Salmo 51 fue escrito por David después de cometer adulterio con Betsabé y asesinar a su esposo. Lee con atención:
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.
Porque yo reconozco mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre delante de mí.
No era cuestión sólo de pedir perdón, sino de aclarar qué estaba afectando de adentro hacia afuera. Lo extraordinario es que fue especifico y separó el pecado, la rebelión y la maldad (iniquidad).
El pecado está relacionado y afecta el cuerpo
La rebelión está relacionada y afecta el alma
La iniquidad está relacionada y afecta el espíritu
Hay que cortar la iniquidad de nuestras vidas, el núcleo de nuestro pecado para ser verdaderamente libres
¿Qué pecados has cometido? ¿Cuáles han cometido tus antepasados?
Busca la raíz del problema y confiésalo